En todo el mundo, recintos sagrados como Wembley, catedral de los sueños futbolísticos, y San Siro, escenario de dramas operísticos futbolísticos, despiertan la reverencia instantánea de los aficionados al deporte. Pero, ¿cómo es posible que un estadio de un deporte que ni siquiera está entre los 3 primeros del mundo, como el Yankee Stadium, goce de tal reconocimiento universal?
Si algunas exportaciones compararan el estadio de los Yankees, sólo cabría incluir edificios emblemáticos como el Coliseo de Italia o incluso el Monte Olimpo. ¿Por qué? Este estadio es algo más que un templo del béisbol: es un lugar que inspira tanto a los aficionados al deporte como a los que no lo son.
Para entender este fenómeno, debemos adentrarnos en el corazón del Bronx, donde reside algo más que un equipo de béisbol. Los Yankees de Nueva York han trascendido el deporte y se han grabado en el tejido mismo de la cultura estadounidense.
Esto se supo cuando Adam Henrique, jugador de los Anaheim Ducks de la NHL, comentó en una entrevista para el Red YES que jugar en un partido de las Stadium Series en el Yankee Stadium en 2014 fue una experiencia única y destacó como probablemente uno de los mejores momentos de su carrera.