Antes de que los Yankees iniciaran el lunes en Chicago su serie contra unos Medias Blancas en apuros, el entrenador Aaron Boone habló de los retos que supone enfrentarse a un equipo con un rendimiento históricamente bajo. Cuando le preguntaron por la presión añadida de jugar contra un club con un récord tan desalentador, Boone interrumpió rápidamente al periodista, afirmando que cualquier partido que no ganen suele considerarse catastrófico, independientemente del rival.
Irónicamente, las palabras de Boone se convertirían en un duro presagio de los acontecimientos de la noche en el Guaranteed Rate Field. Lo que ocurrió fue más allá de la típica decepción de una derrota, evolucionando hacia lo que sólo puede describirse como una catástrofe, un término que Boone había utilizado apenas unas horas antes.
Los Yankees no sólo perdieron contra uno de los equipos con peor rendimiento de la historia reciente de la MLB, sino que sufrieron una humillante derrota por 12-2. El marcador, por abultado que sea, apenas refleja la magnitud de la mala actuación de los Yankees.
Este partido desafió las expectativas típicamente asociadas a los Yankees, un equipo en el que ganar no sólo se espera, sino que se exige. A pesar de