En un acontecimiento extraordinario, el legado de Babe Ruth sigue cautivando al mundo del deporte en 2024. Una subasta histórica ha batido récords: la camiseta de 1932 de Babe Ruth para las Series Mundiales se ha vendido por la cifra sin precedentes de 24,12 millones de dólares en Heritage Auctions, lo que la convierte en la pieza de coleccionismo deportivo más cara jamás vendida.
Esta venta eclipsa el récord anterior, una tarjeta Topps de Mickey Mantle de 1952 clasificada 9,5 por SGC, que alcanzó los 12,6 millones de dólares en agosto de 2022. También supera los 10,1 millones de dólares pagados por la camiseta de los Chicago Bulls de Michael Jordan del primer partido de las finales de la NBA de 1998, vendida justo un mes después de la tarjeta de Mantle.
El viaje del jersey de Babe Ruth es tan intrigante como su precio final. Al parecer, la leyenda de los Yankees regaló el jersey a un compañero de golf en Florida hacia 1940. La hija del receptor lo vendió más tarde a un coleccionista a principios de la década de 1990. En 2005, el jersey de Babe Ruth se subastó por 940.000 $, y entonces sólo se sabía que estaba relacionado con las Series Mundiales de 1932. La reciente tecnología de comparación de fotos ha confirmado su uso en el tercer partido de esa serie.
Este partido ocupa un lugar especial en el folclore del béisbol, vinculado al infame “tiro anunciado” de Babe Ruth. Aunque persiste el debate sobre si el Gran Bambino predijo realmente su home run señalando hacia el outfield en Wrigley Field el 1 de octubre de 1932, muchos creen que fue una proclamación audaz. El segundo jonrón de Babe Ruth contribuyó a la victoria por 7-5 de los Yankees, que al día siguiente barrieron a los Cubs.
La importancia de este partido va más allá de la actuación de Babe Ruth. Marcó su último home run de postemporada y su última aparición en las Series Mundiales, solidificando su lugar en la historia del béisbol. Chris Ivy, director de subastas deportivas de Heritage Auctions, comparó el impacto cultural de la camiseta con el de la Mona Lisa, destacando su atractivo perdurable y su estatus como quizá la pieza más emblemática de los recuerdos deportivos que existen.
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